Hace poco recibí un mensaje de texto de mi banco. Durante el día habían ocurrido una transacciones que el banco reconoció como sospechosas y bloqueó mi tarjeta de débito. Cuando llamé me di cuenta que alguien usó mi información para intentar hacer cinco transacciones. Una de ellas fue exitosa luego de tres intentos. Enterarme de que alguien robó mi información me puso en alerta total. No podía creer que me había pasado. Me pregunté dónde robaron mi información, si sería en alguna tienda, online o en una gasolinera. Todos mis radares estaban activados. Cuando fui a la gasolinera, a pesar de la comodidad de pagar en la bomba, por desconfianza, entré a pagar con el cajero. Pensé en cómo esa experiencia cambiaba mi estilo de vida a la hora de hacer mis compras y además me llenaba de recelo hacia quienes no tenían nada que ver con lo que me había pasado. Esa experiencia me enseñó algunas cosas. Primero, que uno no se pone en el zapato de la gente de verdad hasta que no vive estas cosas. Yo estaba indignada de cómo una persona puede vivir de robarle a otro, un cuento de todos los días. Con cuanta gente no he hablado yo, que han caído en fraudes y estafas y aunque yo puedo decirles ‘lo siento mucho’, esta experiencia con mi tarjeta me hizo saber que ahora sí puedo decir esas palabras porque sé cómo te hierve la sangre cuando te pasan estas cosas. Y te empiezas a sentir vigilado. Te preguntas si tu actividad en Internet está siendo vigilada, lo que sabemos que sí, cuando en ocasiones nuestros temas de conversación de repente se vuelven anuncios en cada página de Internet donde nos metemos. Ante todo eso, he entendido que hay que vivir con paz y disfrute, con más cautela, por supuesto. Y revisar las cuentas seguido para percatarse de cualquier rareza, pero no podemos dejar que las piedras del camino nos transformen en gente desconfiada de todo, que no se arriesga a nada. Porque ya sea que nos clonaron la tarjeta, o nos engañaron en un negocio, una amistad o una relación de pareja, eso es una en un millón. De todas las transacciones que he hecho en mi vida es la primera que me topo con esto y espero que sea la última. Pero puede que no. Mi invitación es que sea lo que sea que hayamos vivido en que el engaño nos llevó a desconfiar del mundo y a convertirnos en seres recelosos, nos demos cuenta que vivir implica riesgo. Y obviamente eso no quiere decir que caigamos de tontos en todo, por ahí hay mucho engaño y hay que andar con ojos abiertos. Pero no podemos dejar que un desengaño nos impida lanzarnos otra vez y aventurarnos a lo que puede salir muy mal o puede salir muy bien. Eso es la vida, como diría La Secta en esa canción que me encanta: “cambiar en el proceso, perderte en un beso, la sonrisa de tus hijos, eso es vivir”. No dejemos que los tropiezos en el camino nos lleven a vivir en la prisión del miedo y la desconfianza. Ese poema Desiderata que me gusta tanto cierra con estas palabras con que yo cerraré este blog y resume lo que he querido dejarles hoy. “Aún con toda su farsa, penalidades y sueños fallidos, el mundo es todavía hermoso. Se cauto. Esfuérzate por ser feliz”.
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |