Hace unas semanas, pocos días después de que el huracán María azotara a Puerto Rico, yo tenía un viaje planificado a California.
El viaje era por una oportunidad que tuvimos de presentar en televisión un nuevo proyecto que tengo con una amiga. Pocos días antes de María estaba ilusionada por ese viaje. Después del huracán me empecé a cuestionar si debía hacer el viaje. Aunque mi familia estaba segura, me sentía culpable de irme a disfrutar un viaje y aprovechar esta oportunidad mientras ellos estaban sin electricidad ni agua, servicios que aún no han sido restablecidos para la mayoría de los residentes de la isla. El viaje yo no lo podía cambiar o cancelar y por otro lado me emocionaba lo que podría traer esta oportunidad en California, pero ese sentimiento luchaba con la culpa que sentía. En esos días la comunicación era muy complicada porque todos el sistema telefónico colapsó después del huracán y en una corta conversación con mis papás les dije que no sabía si ir, que me sentía culpable. "Culpable, ¿porqué?", fueron las palabras de mami. Cuando fui a mi viaje por momentos me sentía así, mientras disfrutaba había también momentos de tristeza, un sentimiento raro de querer disfrutar algo, pero no sentirte completo donde estás. Sentir que parte de tu cabeza y tu corazón está en otro lado. La culpa es un un acompañante que nos invade muchas veces. Pero es importante preguntarnos porqué nos sentimos así. La verdad es que el hecho de que yo viajara o me quedara no cambiaba la realidad que mi familia enfrentaba en aquel momento en el que tampoco había vuelos a la isla. Es decir, yo no podía hacer nada por ellos y dentro de la situación complicada ellos estaban seguros y tenían lo que necesitaban. Muchas veces sentimos culpa sin razón, por ejemplo, nos comimos algo que nos encanta y nos azotamos, no hemos ido a hacer ejercicio hace mucho, tenemos un desorden en la casa, hace tiempo no hablamos con un amigo, etcétera. El asunto es que por esas acciones nosotros nos atribuimos calificativos. Por ejemplo: si no he recogido el desorden digo: 'es que soy una desordenada'. Si no he hablado con una amigo digo: 'que mala amiga soy'. Por eso es tan importante vigilar nuestro diálogo interno. Estar conscientes de cómo nos hablamos nos dice cómo nos estamos tratando. Es de alguna manera como si fuéramos a una corte. Cuando la culpa nos invade es como si nosotros mismos nos sentáramos en el estrado e hiciéramos de acusado y juez y nos declaráramos culpable y dictáramos la sentencia. El problema es que a veces llevamos años azotándonos con la misma pena que en la corte ya habríamos pagado con una multa hace tiempo, pero nos quedamos presos por elección. La culpa en muchas ocasiones nos paraliza, pero ahí precisamente es que podemos contrarrestarla. Necesitamos movernos a hacer algo cuando escuchamos ese diálogo en nuestro interior. La acción puede ser hablar con alguien, como hice con mi familia, si metiste la pata, pedir disculpas y si es una situación más compleja hablar con un consejero, una persona de confianza que te pueda ayudar. La culpa es prima lejana de la vergüenza y hay que enfrentarla con acción, hay que sacarla del anonimato para poder buscar soluciones. Y reflexiona sobre esas experiencias que has tenido en el pasado. Aprende de ellas. Si eres de esas personas que se pasa pidiendo disculpas, a lo mejor estás pidiendo perdón por nada y vives tu vida constantemente temiendo ofender a los demás y queriendo agradar a todos. O puede ser que no cuidas tu manera de relacionarte con los demás y por impulso ofendes y luego estás vez tras vez pidiendo perdón. Reflexiona en tu conducta y haz ajustes para que no tengas que estar pidiendo perdón todo el tiempo. Doy gracias a Dios porque hice el viaje y aunque la culpa se asomó por momentos pude disfrutar mucho más y pude enfrentar ese sentimiento. Y espero que lo que viví me ayude a manejar mucho mejor ese sentimiento en el futuro. Porque cuando no lo manejamos, puede terminar manejándonos a nosotros. Y Dios nos hizo libres.
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |