Cuando decidí estudiar mi maestría en periodismo unos cuantos pusieron el grito en el cielo. Recuerdo que estaba tomando un taller de trabajo social, profesión que ejercía en aquel momento. Ese taller lo ofrecía el programa para el que trabajaba.
Quien estaba dando el taller era una de mis profesoras de trabajo social de la universidad, que cuando se dio cuenta que iba a prepararme para ejercer otra profesión no lo tomó muy bien. Me dijo que cómo iba a abandonar ese barco para dedicarme a algo tan diferente. En aquel momento le dije que no era tan diferente. Y con el paso del tiempo pude constatarlo. Y es que siempre he visto el periodismo como un trabajo social, solo que en lugar de sentarte frente a alguien para ayudarle a evaluar sus necesidades e intereses y conectarle con unos servicios, haces el mismo trabajo, escribiendo o con un micrófono y una cámara. Eso, representando a uno o a un millón. Buscando cambios en uno o en un millón. Veo el periodismo como un trabajo social en el que, entre otras cosas, hay que generar un ingrediente especial y es la esperanza. Para mí eso es esencial. Y he descubierto que, sin importar la carrera que hubiese escogido después del trabajo social, creo que hubiera hecho el empate fácilmente, tal como lo hice con el periodismo. Hoy, mientras conversaba con un querido estilista, vi su determinación, no solo por dejarme mi pelo bajo control, que no siempre es fácil, sino por sembrar esperanza en mi corazón. Me di cuenta que su misión, más allá de dejar a sus clientes regios, es que salgan de su salón mejor que como entraron, sintiéndose más optimistas, más esperanzados. Me dijo que cree firmemente que a su salón llegan las personas que necesitan llegar. Él está claro que en la vida más que una profesión todos tenemos una misión. Por eso es que, sin importar, el frente en el que estés, sea el trabajo social, el periodismo, el salón de belleza, la banca, la medicina, en una tarima, en la tienda de la esquina... todos tenemos un trabajo social que cumplir. No importa con qué uniforme lo ejerzamos. Todos podemos mejorarle el día o la vida a alguien más. No importa si tienes cinco carreras o no tienes ninguna, porque no pudiste o no quisiste...en lo que sea que hagas, tu disposición a dar un ingrediente más al que se cruza en tu camino es lo que hará la diferencia, ese ingrediente es la esperanza. Entonces, sea cual sea el frente en el que te encuentres hoy, decide dar el alma. Sí, se excelente en tu trabajo, pero aún más como ser humano. Aprende a ver lo que no se ve a simple vista, aprende a escuchar lo que no se escucha solo con una buena audición. Interésate genuinamente en la gente en tu vida, y esos sentidos se desarrollarán más. Porque Dios pone la gente correcta en nuestra vida en el momento propicio. Él te regala la sabiduría para ver a un nivel que sobrepasa los límites de nuestros sentidos. Está en ti activarte como un soldado y cumplir esa misión especial en el lugar preciso donde te encuentras hoy. No te tienen que mandar a África a cumplir misiones especiales, es allí y precisamente allí, donde te encuentras que tú eres luz para traer esperanza, fuerzas de vida a alguien que las necesita, con las palabras exactas que saldrán de tu boca e impactarán no solo a esa persona, sino a los que luego se encuentren con ella. Como decía esa canción que tarareábamos muchos cuando chiquitos, “esa lucecita, la dejaré brillar”. Que así sea.
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |