Cenicienta es la prueba de que un par de zapatos puede cambiarte la vida Esa cita está grabada en un par de zapatos que tengo y me encanta la ocurrencia de esa marca de grabar la suela del zapato con un mensaje tan original, que de seguro ha convencido a alguna a comprarlos.
El cuento y la película de Cenicienta siempre fueron de mis favoritos. Ver a la pobre Cenicienta, burlada por la madrastra y las hermanastras, y, de repente, aparecía el hada madrina y, ‘Bibbidi Bobbidi Boo’, le cambiaba los harapos en vestido de princesa, los rolos en tiara, las chanclas en zapatos de cristal, las calabazas en carroza, los ratones en choferes, con un simple movimiento de su varita mágica. Hay días que quisiera que llegara esa hada madrina a mi vida. Pero bueno, volviendo a Cenicienta, y sus zapatos de cristal, que eran marca Louboutin, hay algo que no me cuadra en esa historia. Es que cuando llegan las 12 de la noche, todo vuelve a su estado original, Cenicienta vuelve a tener la ropa de limpiar, los ratones vuelven a ser ratones, pero los zapatos, no se transforman en otra cosa, los zapatitos fueron lo único que no sufrió transformación. Tal vez tengo que ver la película otra vez. Pero es por el zapato, como recordarán, que el príncipe identificó a Cenicienta, no por la cara. Porque cuando llegó a casa de Cenicienta, ella estaba con esa T-shirt vieja con manchas y esos pantalones gastados que tenemos reservados para cuando limpiamos la casa (la pinta más linda, ya ustedes saben), sin maquillaje, sudada, a lo mejor con los rolos puestos. Imagen ideal para conocer al príncipe porque de ahí en adelante no habría que guardar las apariencias. Ya saben, esa Cenicienta no se parecía mucho a la que había ido al baile. Casi había que reconocerla por el ADN, en tal caso, por el zapato, porque en aquel reino, solo Cenicienta era size 6 1/2 (lo digo porque ese es mi size). Y qué tal si ese príncipe hubiera dicho, ‘esta no es la muchacha que conocí ‘, qué tal si le hubiera crecido el pie en esos días y no le servía el zapato, o si le hubiera servido a alguna de las hermanastras malvadas. La pobre Cenicienta no hubiera podido ser feliz para siempre. Aunque esos cuentos nos parecen cuentos, hay algo de ellos arraigado de alguna forma en nuestra mente, aunque sea de forma inconsciente. Y nos creemos que algo nos falta para poder ser felices para siempre. A lo mejor es la carroza, a lo mejor es el vestido o el príncipe. Hay días en que nos sentimos como la versión transformada por el hada madrina, hay días que nos sentimos como la de los rolos y chanclas. Y ninguna de estas situaciones es mejor que la otra. En ese momento en que creemos que algo nos falta es cuando tenemos que reconocer que nada nos falta. Que todo lo esencial ya nos lo dieron el día que nacimos. Y que aún hay en nuestro interior semillas de grandeza, sueños y propósitos que darán fruto a su tiempo. Si la historia de Cenicienta hubiera sido diferente de seguro no la conoceríamos, pero igual, hubiera sido feliz para siempre, o tal vez no. Tal vez hubiera montado musicales con los ratoncitos o hubiera abierto su empresa de limpieza, o hubiera establecido una nonprofit con su hada madrina, por ahí ayudando a los necesitados con la varita mágica. Tal vez se habría casado con otro artista como ella, o no se habría casado, quién sabe. Siempre hay finales alternativos, no les parece. De lo que no hay duda es que dentro de Cenicienta estaba la princesa, la que brillaba, la invisible, la que lloraba, la valiente que buscó la manera de escaparse a la fiesta del príncipe, con tanta confianza propia que sabía que podía ser la reina de ese reino. Dentro de cada una de nosotras hay muchas mujeres. Está la que un día se quiere comer el mundo y en otro momento está llena de dudas e inseguridades. Que ama, ríe, llora, es fuerte, débil, se cae y se levanta, sonríe, se molesta, opina, calla, teme, es valiente. La que en la mañana se pone la indumentaria de limpiar y en la noche se pone el traje de brillo y se va a bailar. Es importante asumir a cada una de esas mujeres que hay en nuestro interior, ninguna es mejor que la otra y todas son el ejército que llevamos dentro. Nada nos falta, lo que nos sobra son guerreras. Y claro que un par de zapatos puede cambiarte la vida. Los pasos los das tú. Siempre.
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |