Esperaba con ansias un paquete de una compra online que había hecho, y ya habían pasado días. Cuando verifiqué la trayectoria del envío decía que lo habían dejado frente a mi puerta hacía rato.
Llamé a la compañía y les expliqué que no había recibido nada y ellos me contaban que el correo les decía que se había entregado. Acordaron investigar qué pasó con el paquete. Mientras tanto yo pensaba cómo era posible que el paquete desapareciera así, y ya saben, mi mente empezó a volar y a hacer conjeturas. Empecé a pensar si habría un ladrón en mi comunidad y cómo de ahora en adelante iba a estar tranquila cuando me enviaran un paquete. Aquí había gato encerrao. Y entonces, la compañía decidió enviarme un reemplazo y yo contenta dije, ‘qué alivio, pero este lo tengo que velar, no sea que vuelva el pillo’. Pasaron días y nada del paquete hasta que se me ocurrió la brillante idea de mirar el pedido. Me di cuenta que había cambiado un número en mi dirección y claro que el paquete fue entregado, y dos veces... a uno de mis vecinos. Cuando me doy cuenta, avergonzada, voy a tocar la puerta de mi vecino, y amablemente me explicó que le llegaron los dos paquetes. Él no me conocía y fue directo al correo y los devolvió. De la noche a la mañana el fugitivo robapaquetes de mi cabeza desapareció y me di cuenta que mientras estaba buscando culpables, había sido un error de dedo mío. Pero me di cuenta del peligro de presumir, sin pensar más allá. Hoy pienso en lo obvio que era desde el principio, cuando no llegó el paquete revisar la dirección, pero no se me ocurrió. Primero pensé que había algún pillo merodeando en el vecindario para robar paquetes de artículos que no le interesan. Pero nunca pensé que me hubiera equivocado escribiendo mi dirección. Todos en algún momento hacemos presunciones, con frecuencia pensando lo peor y eso casi siempre nos lleva directo a meter la pata. Me ha pasado en ejemplos tan banales como este. Pero también con asuntos serios por los que he tenido que pedir disculpas. Cuando nos veamos en esos momentos de la vida en que como jueces de nuestra suprema vida estemos emitiendo un fallo de algo qué pasó, recordemos que los jueces también se equivocan y que a veces no han desfilado todas las evidencias frente a nuestros ojos. Ni siquiera las más obvias. Antes de pensar lo que no es, cuando no recibamos la respuesta esperada, demos el beneficio de la duda, porque muchas, la mayoría de las veces que nos hacemos una película en nuestra cabeza, resulta que era de ficción y no basada en hechos reales. Recordemos antes de pasar juicio sobre otro por X o Y, que cada quien tiene situaciones en la vida, que desconocemos y que los hacen responder, a veces, de maneras inesperadas. No nos precipitemos, respiremos y recordemos que cada quien lo hace lo mejor que sabe y puede. Y aplicar esto último no es fácil, para mí no lo es. Pero juzgar y hacer conjeturas sin sentido nos lleva a perder más que a ganar. Se pueden perder paquetes, eso es lo de menos, pero se pueden perder relaciones, y eso sí es serio. No nos precipitemos a emitir juicio sobre una situación sin antes evaluar a todos los implicados, entre ellos nosotros. Recuerda que en la sala de tu tribunal, has metido la pata más de una vez. Creo que ese dicho de ‘piensa mal y acertarás’ ha contado más pérdidas que ganancias. No dejes que te lleve a vivir en un mundo donde desconfiar de todo y todos sea la norma. Porque ¿qué clase de vida es esa?
0 Comments
Your comment will be posted after it is approved.
Leave a Reply. |
Archivo
April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |