Recuerdo que cuando me mudé a mi casa, a pesar de que es un espacio mucho más grande que el del apartamento que tenía, me chocaba con las paredes. La falta de familiaridad hacía que no terminara de llevarme bien con aquel lugar que hoy es mi hogar.
Al recordar esa experiencia hoy, me doy cuenta que muchas veces las paredes con las que nos chocamos a diario son otras, son las de caras que no son familiares, rostros diferentes a los nuestros y esa creo que es una de las razones por las que hoy día este país tiene una crisis de paredes. Y aunque señalemos al presidente como el problema, la raíz no está ahí. La raíz está en la gente que se sigue chocando con paredes que no conoce o que en algunos casos, no quiere conocer. Yo he entendido en estos años de tratar con gente tan diferente a mi que nuestras similitudes son más que las diferencias, pero ¿qué nos separa? Nos separa la ignorancia. El no conocer al otro, no hablarle, sentir que como su tez, idioma, vestimenta o religión es diferente a la mía, entonces no hay nada en común, o entonces es una amenaza a lo que yo soy o lo que yo creo. Hace un tiempo hablaba con una amiga que es profesora de español en una universidad de Atlanta donde la mayoría de las estudiantes son afroamericanas. Ante el asombro de las estudiantes ella les contaba como en países hispanohablantes del Caribe decir 'negrito' o 'negrita' o 'mi negro' es una forma cariñosa o romántica de llamar a un ser querido. Antes de saber eso estas chicas hubieran escuchado a los puertorriqueños, por ejemplo, decir 'negra' -como le dice de cariño mi papá a mi mamá- y pensarían que se trataba de un insulto racial y nada más lejos de la verdad. Pero ese entendimiento estoy segura que cambió la perspectiva de estas jóvenes al ampliar su mundo y comprender que lo que para mi es una verdad absoluta para alguien más tiene un significado muy diferente. Es hora de derribar paredes y acercarnos a aquellos que son diferentes y darles la oportunidad de que nos conozcan. Es tiempo de escuchar sus historias, valorar nuestros puntos en común y respetar nuestras diferencias. Quedarnos encerrados en una caja no nos ayuda, al contrario, aislarnos no permite que otros se den cuenta lo que realmente somos, el tesoro que somos y tampoco nos permite conocer el tesoro que son los demás. Y nos mantiene ajenos, ignorantes e insensible a la realidad de otros. Conocer es entender y entender nos hermana. Cuando derribamos paredes y hablamos sin juzgar, cuando contamos nuestras historias con honestidad, otros pueden hacer lo mismo. Y en ese momento nos damos cuenta de cuán parecidos somos, que nuestros anhelos de vivir en paz, de amar y cuidar a nuestras familias, de servir a otros, de trabajar y alcanzar nuestras metas son las que tiene nuestro vecino, sea blanco, negro, asiático, cristiano, musulmán, heterosexual, gay, de la derecha, izquierda o del centro. Muchas veces esperamos a que sean otros los que se acerquen a conocernos, pero nos toca a ti y a mi dar este paso, donde estemos, en el trabajo, en la calle, en un supermercado. Empieza con una sonrisa, con un saludo. La unidad no puede nacer en el desconocimiento y la desconexión. Dejemos de chocarnos con las paredes de lo desconocido, salgamos a la calle a ser, a conocer, a aceptar sin juzgar, a dejar que nos conozcan. Somos un tesoro. Y si después de conocer ese tesoro alguien no nos quiere, definitivamente se lo pierden. Pero estoy segura que lo contrario ocurrirá y abriremos nuestros ojos a mundos desconocidos, nuestras mentes se ensancharán y nuestros corazones y los de nuestros hermanos también. Hoy más que nunca, seamos luz.
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |