Últimamente me paso en la cocina. Creo que en los últimos meses he cocinado más que en toda mi vida, mentira... Pero casi. El asunto es que la experiencia de cocinar ha dejado huella en mi, especialmente en mis manos que me he quemado en un par de ocasiones en la faena. Hace un tiempo me quemé un dedo y la lesión quedó como un hoyo en el dedo, sin piel, se veía bien feo. Y así estuvo varios días. A veces sangraba, hasta que al fin empezó a echar piel y terminó de sanarse completamente. Así es nuestro cuerpo, nos golpeamos, nos herimos, pero la piel tiene un proceso maravilloso e increíble de regenerarse. Cuando el Creador nos hizo, nos formó con la capacidad no solo de que nuestros golpes físicos se sanen, sino también nuestros golpes emocionales. Cuando nos golpeamos o nos cortamos, tenemos la certeza de que vamos a estar bien. Creo que esa misma seguridad la debemos poner en marcha cuando pasamos por momentos de dolor, de heridas, de traición, de desolación, sabiendo que quien creo nuestro cuerpo y permite que nosotros nos sanemos naturalmente de lesiones, también puede hacerlo con nuestro corazón. Pero la pregunta es: ¿cómo nos sanamos cuando tenemos una herida que pareciera que nunca se va a cerrar? Y lo siento, pero no hay recetas mágicas, pomadas especiales ni píldoras de efecto rápido. Es muy probable que te tome un tiempo ver la luz, lo importante es que cuando salgas a la otra orilla, seas alguien mejor que él que empezó esta travesía hacia la sanidad. Confía, pero no quieras quitarle la piel seca a la herida, tienes que dejar que cicatrice completamente. No podemos rascar la herida del corazón que se está sanando sin lastimarnos otra vez. Por eso, es importante tener buenas personas, sabias y de confianza con quienes hablar, cuando nuestro corazón está herido. Pero no ayuda el estar repitiendo la misma historia una y otra vez. Me acuerdo de un chiste que me contaron de que había un perro que se llamaba Repite y que lo atropelló un carro y se murió Repite y entonces te preguntaban: ¿cómo se llamaba el perro? Repite. Y así seguían con el cuento de nunca acabar. Y así a veces actuamos nosotros. Parecemos grabadoras y no solo mareamos a la gente, sino a nosotros mismos y esa repetición y preguntas constantes no nos ayudan y nos enredan más. Cuando estamos heridos es obvio que vamos a tener mil preguntas, entre ellas la más común: ¿por qué a mi? Cuando llegamos a esos puntos de hacernos preguntas sin respuestas tenemos que decidir firmemente parar esos cuestionamientos que nos hacen seguir girando en la misma órbita de confusión y victimización. Tenemos que decir 'basta ya, a lo que no tenga respuesta no voy a seguir buscándola'. Muchas veces tenemos que decidir estar satisfechos con ese signo de interrogación y aceptar que hay preguntas cuya respuesta es: "no sé". Identifica cómo está tu herida. No puedes darle a un tajo profundo el mismo tratamiento que a un raspazo. No puedes echarle agua oxigenada a una herida seriamente contaminada y que de no tratarse podría requerir una amputación. Conoce tu herida, examina tu corazón. Un examen sincero, sin juicio y a conciencia te dejará ver dónde estás. ¿Cuánto tiempo llevas en el mismo estado? ¿Te está afectando tu funcionamiento diario? ¿Piensas en el futuro con optimismo o estás sumido en la negatividad? Toma en cuenta si puedes atender la situación solo o es hora de buscar a un profesional que te de apoyo y estrategias para recuperarte. Los momento de dolor llegan también como una oportunidad muchas veces de establecer un antes y un después y de ellos surge una persona más fuerte y más sabia, que tiene más claro lo que busca, que puede en muchos casos tener palabras de consuelo, fortaleza o sabiduría para otros. Por eso, cuando tengo gente querida en estos procesos, siempre les digo: estás en un punto importante en tu vida. Porque estas experiencias nos marcan, pero está en nosotros si el fuego nos derretirá o nos volverá un piedra preciosa. Y recuerda que es un proceso. Ten paciencia contigo y permítete llorar. No te tortures en tus recaídas. Recuerda que mientras sanas tu corazón estás cada día más cerca de salir al otro lado. Pero no te permitas quedarte en el piso. Se determinado en salir de ese lugar. Y no te aísles. Busca personas con quien salir a disfrutar, relajarte y tener buenas conversaciones. Júntate con gente que te inspire, que sume a tu vida, gente llena de fe y buena energía. Y sueña. Sueña otra vez. Ponte un nuevo sueño. Tal vez es tomar un curso, hacer ejercicio, lo que sea te hará crecer y producirá algo bueno de esa experiencia difícil. Y, como diría Iyanla Vanzant en su libro "In the meantime", limpia la casa. Mira en tu interior y date cuenta de en qué has fallado tú. Si te hirieron en qué has contribuido tú para que alguien se sienta con el permiso de hacerte daño. ¿A quiénes estás recibiendo en tu vida con brazos abiertos que nunca has debido recibir? ¿A qué se debe que los recibas? ¿Inseguridad, falta de estima propia, miedo a estar solo, sentimientos de dependencia de otros, emocional, económica? Como dijo Viktor Frankl: "la siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: No es él, no es ella...eres tú quien lo permite y está en tus manos recuperar el control". Limpia tu casa. Sana el corazón pues si no lo haces tu mala experiencia será la historia de nunca acabar. ¿Te has encontrado con los mismos personajes en tu vida constantemente? Esos que te hacen sufrir o que siempre están en problemas y tú 'tienes el llamado en esta tierra para rescatarlos y salvarlos'. Mi amiga, mi amigo, no te engañes más. Busca qué te está llevando a ese círculo y sana, porque no se trata de ellos, se trata de ti. No podemos dejar la herida del corazón sin limpiar. Habla, busca ayuda, llora, ora, limpia tu ser, aunque arda. Fluye para que sanes.Y aprende. Sé que por algo me quemé las manos...por torpe. Y también para escribir este blog, claro. Cada herida trae una lección, pero si la ignoramos, si señalamos a los otros y no dedicamos un esfuerzo a descifrar la lección que nos está dando la vida, la experiencia se nos repetirá una y otra vez, como si estuviéramos en un curso que no acabamos de aprobar. Aprende la lección, si pones el corazón en comprender tu experiencia entenderás qué hay detrás de ella. Y ganarás sabiduría para obrar en sintonía con tu corazón, con Dios que quiere tu mayor bienestar. ¿Te cortaste? O ¿Te quemaste como yo? Tu herida sanará, de eso no te quede ninguna duda. Asegúrate de aprender la lección. De que la herida no pase por tu corazón sin producir cambios, o cambiándote para mal. Mi deseo es que de esa herida resurjas como una persona mejor, como la persona por la que te enviaron a este mundo. Esas horas, días, meses de dolor son una gran escuela que nos forma y nos transforma en gente mejor y más completa. Nos da humanidad para otros y nos da un nuevo uniforme para la vida que incluye las armas de la sabiduría, la humildad y el perdón. Un día, aunque no me creas, va a volver a salir el sol y para ese entonces tu corazón estará listo para el baile. Has convertido mi lamento en una danza;
0 Comments
Your comment will be posted after it is approved.
Leave a Reply. |
Archivo
April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |