Esta no fue una semana normal. Al contrario fue una semana extraña, una semana de encerramiento forzoso.
Hace exactamente una semana iba manejando cuando noté que la aguja de la temperatura del carro estaba casi en rojo, me asusté y paré el carro. Lo dejé enfriar un ratito cuando volví a manejar, unos pocos minutos después la aguja casi en rojo otra vez. Tuve que montar el carro en una grúa y hasta el martes el mecánico lo pudo recibir. Pero pasó martes, miércoles, jueves (que no se trabajó) y viernes, y el mecánico no tocó el carro. Explicó que estuvo muy ocupado y ayer sábado tampoco me dio seguridad de poder arreglarlo. Así que ayer tuve que llevarlo a otro taller y ahí estará hasta el lunes, cuando espero tener carro otra vez! En estos días de encerramiento he limpiado, he leído, he limpiado más. Han sido días que no planifiqué, y que por momentos me desesperaron mucho. Pasar el Día de Acción de Gracias aquí fue rarísimo, por llamarlo de alguna forma. Fue difícil. Pensé que ese día tendría carro. Que podría ir donde me diera la gana. Mi hermana estaba de viaje. Y cada quien tiene sus planes ese día, así que decidí que tenía que manejar el asunto con tranquilidad. Tampoco quería gastarme una fortuna en Uber, así que salí solo lo necesario. Y mientras veía que el asunto que pensé que se solucionaría rápido no se arreglaba me preguntaba qué me estaba enseñando esta experiencia. Todavía sigo en el mismo bote y todavía me lo sigo preguntando. Pero una de las cosas que me di cuenta es cuánto dependo de mi carro. Yo me considero una persona independiente, pero mi independencia depende mucho de mi carro. En estos días, cuando el mecánico volvió a decirme: “Hoy no pude arreglar tu carro. Intentaré otra vez mañana”, abrí mi Biblia y encontré este versículo que me encanta. “Confía en Jehová con todo tu corazón. Y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos y el enderezará tus sendas”. Ese versículo de alguna manera me recordó, después de una semana difícil, que yo no dependo de mí. Yo dependo de Dios. Tal vez llevo mucho tiempo creyendo galopar mi caballo yo sola. Uno a veces de las mismas bendiciones que nos da Dios hace una razón para depender de uno y olvidarse que él es al final quien nos bendice. Yo quiero recordar eso siempre. Confiar que él reina sobre todas las cosas y pase lo que pase, mi fuente, nuestra fuente es él, y solo él. Y aunque hoy el asunto es el carro, hay tanto a lo que nos aferramos sin darnos cuenta. El trabajo, la casa, la familia, las amistades, nuestras posesiones, todos son regalos maravillosos de Dios, pero aún si los perdemos, Dios permanecerá. Mientras tanto, esta semana la casa terminará como espejo, la ropa en las gavetas bien dobladita, mis uñas pintadas, casi terminé de leer un libro que llevaba meses sin terminar. El encerramiento trajo sus beneficios. Pero el mayor: recordar que al final, solo dependo de él. Y eso es más que suficiente.
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |