Confieso que en estos días, cuando me tocó salir de casa a hacer compra me costó. Y no solo por el temor al coronavirus, sino por lo que tuve que ponerme para evitar contagiarme.
A falta de mascarilla encontré un pañuelo gris, que,de hecho, era de abuela Juana; y lo doblé para conseguir mayor protección. Me lo puse y me miré al espejo y del otro lado vi una ninja. Parecía que salía en una misión especial para combatir el covid-19. Hablando en serio, uno de los aspectos que me entristecen de esta enfermedad es que nos ha llevado a tenernos miedo los unos de los otros. Evitamos hablarnos, tenemos que guardar gran distancia, ni siquiera podemos saludar al que trae el pedido a la casa, y le damos instrucciones para que lo deje en la puerta y se vaya. Cualquiera que me vio en el supermercado tenía derecho de asustarse porque aquel disfraz de ninja no saca mi mejor versión. Sin embargo, el temor a lo desconocido y peligroso que yo pudiera portar genera más miedo en otros que una pinta que en otra situación podría confundirse con la de un asaltante que oculta el rostro. Ahora somos nosotros los que nos ocultamos por temor a que ese asaltante invisible nos alcance. De hecho, mientras hacía la compra, escuché desde otro de los pasillos a un señor que le gritaba a otra persona. Le decía una y otra vez que no estaba guardando los seis pies de distancia recomendados. Sentí temor de que sacara un arma y atacara a esa persona porque estaba fuera de control. Y eso hace ese miedo a este virus desconocido, nos puede llevar a un pánico de todo y de todos. Y ante el pánico o el estrés, podemos actuar sin meditar. Entonces llegué con mi carrito lleno a pagar la compra. Debajo de mi disfraz de ninja le sonreí a la cajera y a su compañero que ayudaba a guardar la comida en bolsas. Él, amablemente me dijo que iba a tratar de llenar las bolsas lo más rápido que pudiera. Yo le aseguré que no tenía prisa, que de allí me iría a casa. En medio de tanto revuelo allí están esos dos trabajadores todos los días, con una sonrisa en sus rostros y la mejor actitud. Casi al final de esa ‘carrera de obstáculos y peligros’ que fue mi visita al supermercado me encontré con esos dos que me sirvieron de ejemplo en medio de esta vorágine de terror mutuo, incertidumbre y misterio. Con sus rostros descubiertos y tranquilidad en sus caras me demostraron lo que hay que cuidar tanto como cuidamos nuestros cuerpos del coronavirus, nuestra mente y nuestra actitud. Mucha paz y salud física, emocional y espiritual para ti y para mi. Feliz Domingo de Ramos. ¡Dios te bendiga!
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |