Hace un año viví uno de mis días más tristes de 2020. Era sábado y estaba trabajando y todas las noticias eran sobre el coronavirus. Mientras escribía para el noticiero sentía que la información me abrumaba. Era una sensación de terror, incertidumbre, desconcierto... tenía el corazón acelerado.
Hablábamos de todas las personas que sucumbían ante el virus y llevábamos el conteo de esos casos que parecían tan lejanos y crecían sin control. Y aunque me dolían y desconcertaban esas muertes de desconocidos, de repente las noticias dieron un giro cercano. Me tocó escribir sobre una de las primeras muertes por covid-19 de Puerto Rico, un hombre que conocí y aprecié, un hermano en la fe. De repente el dolor de la pandemia, esa realidad de la que había escrito tanto, se desataba de una nueva forma ante mis ojos. No era escribir de algo lejano, era vivir de alguna forma la realidad que tantas personas estaban viviendo y siguen viviendo. Era sentir en mi corazón ese dolor de muchos. Porque creo que ante tanto dolor existe la posibilidad de anestesiarnos para no abrumarnos. Esa tarde me quité la anestesia. Y lloré. No era la primera vez que lloraba por todo lo que pasaba, pero ese día saqué todo lo que había en mi corazón, y al llorar por este hermano en la fe y por su familia, lloré y oré por todos los que habían muerto por el coronavirus y por sus familias. Sentí de repente que ese sentimiento que me embargaba en aquel momento lo estaba compartiendo con millones en el mundo que se sentían desesperados y desesperanzados. Que tenían el corazón roto y temían lo que les deparaba el futuro. Y es que de repente, sin importar nuestras muy diversas realidades, la pandemia nos había colocado en el mismo lugar, enfrentando los mismos sentimientos, el dolor, el miedo y la incertidumbre eran parte de todas nuestras vidas al mismo tiempo. Yo buscaba un rayo de esperanza en cualquier noticia. Por ejemplo, recuerdo cuando empezaron a llegar noticias de que los casos en Wuhan estaban bajando, ese fue mi arcoíris en medio de noticias tan devastadoras. Recuerdo que aquel fin de semana, después de llorar y orar mucho, vino a mi mente un versículo, esa bendición tan hermosa que aparece en la Biblia en el libro de Números. Y la compartí con mis amigos en Facebook en lo que yo sentí como un abrazo virtual a tanta gente que sin decirlo, estaban sintiendo lo mismo que yo. Y hoy, después de un año en el que se han ido otras personas que apreciamos y en el que hemos acompañado a amigos que han perdido a seres queridos les vuelvo a dar este apretón con todo mi corazón. Y esa bendición que va para todos como ese abrazo con el que quisiera dejar claro que estamos juntos en esto. Y que seguiremos adelante, que nos queda mucho camino por recorrer, y momentos hermosos que experimentar. “Jehová te bendiga y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”. Números 6:24-26
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |