El otro día empecé mi día de trabajo con un adiestramiento. La noche antes no había dormido mucho, estaba cansada y sentía la necesidad de tener un rato de quietud y silencio.
Así que me serví el desayuno que nos dieron y me senté en una mesa sola. Vi a mi amiga y colega Samantha en otra mesa y aunque me encanta estar con ella, en ese momento quería estar sola y calladita, así que me quedé en mi mesa. Luego me enteré que esa mañana ella estaba igual que yo, con ganas de estar en silencio. Cuando mis compañeros llegaron y vieron que estaba en otra mesa y que no me senté con ellos se extrañaron. Uno de ellos hasta pensó que yo estaba enojada con Sam. De repente me dio la tentación de irme a sentar con ellos, solo para evitar cualquier malentendido o el ser percibida como antisocial. Pero no, decidí quedarme tranquila allí, y disfrutar ese rato sola y luego llegaron otras personas a mi mesa que conocí esa mañana. Pero lo más interesante pasó después. Al final de la reunión nos dijeron que buscáramos debajo de nuestros asientos para ver si teníamos un premio. Y resulta que debajo de mi silla había un buen premio: un Apple TV. Pero más allá del premio esa mañana gané una gran lección. Necesitamos aprender a confiar en nuestro corazón y darnos el espacio de ser, aunque en el momento nuestras decisiones puedan ser interpretadas como extrañas, incluso por nosotros mismos. A veces, cuando nos dejamos llevar por nuestro corazón nos arriesgamos a ser vistos como extraños, extravagantes y la gente puede sacar mil interpretaciones equivocadas de nuestra conducta. Y a nadie le gusta arriesgarse a esas interpretaciones. Pero lo que hay del otro lado del riesgo de seguir el corazón siempre es premio. Así no lo veamos tan inmediatamente como yo con mi regalo, siempre trae recompensa. Y la recompensa mayor creo que es seguir el corazón en sí. Es ser fiel a esa voz que llevamos dentro que algunos llaman conciencia y yo llamo Dios. ¿Y es que Dios se mete en esas cosas tan triviales? Dios se mete donde tú le des invitación para que lo haga. Y no sé si a Dios le importaba que me ganara el Apple TV, pero estoy segura que sí le importa que yo aprenda a confiar en mi corazón. En fin, que aprenda a confiar en él que es quien vive en mi corazón. Y sí, a veces en esos caminos raros por donde nos manda el corazón nos toca transitar solos. Pero hay una cosa que no falta en esas calles poco transitadas y es paz en el corazón. Porque aunque a veces parezca, nunca estamos solos. Todos tenemos una silla en la que deberíamos estar sentados, en la que la vida nos ha invitado a sentarnos, pero por miedo al riesgo o al qué dirán hemos evitado. Hoy te invito a dar ese paso. Siéntate en tu silla, en esa que sientas sentarte, en esa que te de la gana de sentarte y no te pares, mucho menos por vergüenza o por complacer o quedar bien con alguien más. No te salgas de tu silla. Puede que de momento sientas incomodidad porque tu corazón te invita a nadar contracorriente. Pero recuerda que del otro lado hay recompensas grandes, de esas que solo llegan cuando te arriesgas muy en grande.
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |