El lunes pasado me disponía a salir de mi casa hacia el correo cuando mi carro no prendió. Traté varias veces sin éxito. Ustedes saben, esos momentos que no quieres que lleguen, pero sabes que en algún momento llegarán.
Me imaginé que se trataba de la batería, pues en días anteriores no había encendido con el mismo vigor de siempre. Llamé a mi compañía de seguro y el hombre que llegó conectó la batería con uno de esos cargadores portátiles. Me recomendó que no cambiara la batería, que el asunto debía tratarse de la cuarentena y la falta de uso de los carros. Me dijo que en su lugar, cada vez que usara el carro, lo dejara encendido por 30 minutos y que eso recargaría la batería. Bueno... algo de eso no me dejó tan convencida. Pero lo probé. Manejé mi carro hasta un Auto Zone cercano a mi casa. Y allí me quedé con el carro prendido por media hora. Cumplido ese tiempo lo apagué y al tratar de prenderlo no hizo ni ji. Además se le prendió la luz del motor y otra más, se imaginan, esos momentos que te hacen abrir los ojos con cierto espanto y sudar un poco. Cuando entré a la tienda me recibió una voz con un acento familiar, con una identificación que decía “yo hablo español”. Me ofreció su ayuda y de inmediato supe que era un hermano de mi tierra. Hablamos un poco de todo, desde asuntos del carro, la familia, hasta de las salchichas Carmela. Es una sensación especial esa que experimentas cuando te conectas con alguien de tu misma casa, el acento, las palabras comunes, los recuerdos especiales de nuestra tierra y tantas cosas nos hermanan. Y eso es más especial aún cuando enfrentas un momento de cierta incomodidad o preocupación pues te lleva a casa nuevamente y te dice que todo va a estar bien. Eso mismo pasa cuando caemos de rodillas ante Dios en oración. Cuando abrimos nuestro corazón y desnudamos nuestro ser ante él, contándole exactamente cómo nos sentimos, llorando cuando hay que hacerlo. Esa conexión espiritual es nuestro verdadero hogar. En esa conexión recibimos la más pura paz, amor, sabiduría, dirección. Pues Dios, quien nos creo y nos conoce como nadie, y sabe nuestro pasado, presente y futuro, es nuestro refugio para abastecernos de lo que necesitamos y vivir nuestras vidas a plenitud. Les puedo decir que cuando estoy conectada, tengo experiencias asombrosas. Pero sé que es simplemente que mi espíritu está más despierto, porque los milagros ocurren todo el tiempo. Dios es nuestro hogar, es nuestra fuente. Es ese lugar donde llegas y huele a comida casera, con una música de fondo que te recuerda esos días en familia, o corriendo por tu vecindario sin preocupaciones, viendo esos paisajes de aquellos días. En Él está la sabiduría de ayer, hoy, mañana y siempre. Él te ama y siempre te recibe con los brazos abiertos, lleno de amor. Aquel muchacho me ofreció más que un cambio de batería, me dio un viaje a casa. Ese que añoro tanto en estos días. Me regaló esa certeza de que todo estaría bien. Y así fue. Batería nueva, carro contento y dueña feliz. Pero, para ese “viaje a casa”, para esa conexión con nuestro papá celestial, solo basta con decir, “aquí estoy, te necesito”. A lo mejor es tiempo, igual que el carro de recargar las baterías espirituales. Ojalá, dondequiera que estés hoy, puedas decir esas palabras. Tu papá te espera siempre con una sonrisa de oreja a oreja, una silla reservada y tu comida favorita. Un fuerte abrazo.
0 Comments
Your comment will be posted after it is approved.
Leave a Reply. |
Archivo
April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |