Te lo voy a contar, como me lo contó ella. Ella era una de mis amigas y compañeras más queridas cuando yo era trabajadora social en Head Start. Ella se encargaba de la asistencia de los niños a los preescolares.
Un día llegó a uno de los centros y vio la hoja de asistencia y se dio cuenta que un niño llevaba varios días ausente, entonces, le preguntó a la maestra qué le pasaba. Sin dar muchos detalles, la maestra le dijo, ‘tiene pediculosis’. Al oír una palabra tan rara, a mi amiga le sonó grave aquello. Pensó que el nene tenía un problema en el pie. Entonces, mientras revisaba la asistencia en la oficina del centro se puso a orar y orar. ‘Señor, ayuda a ese pobre niño, ten misericordia, que tiene pediculosis. Sánale su pie, padre’. Así clamó a Dios con intensidad por varias horas. Dejó todo su ser en aquel clamor. Cuando salió y vio a la maestra le preguntó: ‘oye, y ¿qué es eso de pediculosis?’. Y la maestra le contestó: ‘nena, pues, piojos’. ‘¿Y yo estaba orando por piojos?’ , se preguntó mi amiga. Cada vez que me acuerdo de esta anécdota, me río sola. Pero la experiencia de mi amiga no es tan ajena como parece. Cuántas veces en la vida malinterpretamos tantas cosas, oímos lo que no es, o entendemos lo que no es. Y terminamos asustados, confundidos, preocupados, tristes, molestos y hasta orando por lo que no tenemos que orar. A mí me ha pasado, y supongo que a ti también. He malinterpretado experiencias y hasta he pasado vergüenzas por eso. Esas experiencias me han enseñado que uno, en vez de asumir, tiene que preguntar. Que uno no puede ir por la vida creyendo ser el que tiene la razón. Porque muchas veces nos creemos ese cuento, y cuando escuchamos el otro lado nos damos cuenta de lo equivocados que estábamos. Ante la duda, pregunta. Ante la incomodidad, habla. Una de las cosas que nos causan estos enredos es muchas veces tragarnos las palabras que hay que decir. Mientras tragamos y tragamos, nos ahogamos solos. Y muchas veces, llega un punto que salen las palabras como proyectiles, de mala manera. Hace poco leí esta frase que me impactó: “no acumules silencios o terminarás gritándole a la persona equivocada”. Callar, muchas veces no se trata de un acto de humildad, sino de miedo. Hay que aprender a hablar. Y decir las cosas con calma y respeto, pero hay que ‘espepitar’, con elegancia. Lo que nos tragamos nos hace daño, lo que no preguntamos nos deja en la ignorancia. Por qué no preguntar y salir de dudas. Así no perdemos tiempo sufriendo y orando por la pediculosis. Si sabes de qué se trata, sabrás que hay cosas por las que no hay que preocuparse, ni molestarse, ni orar. Con preguntar y clarificar, es más que suficiente.
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |