Hace unos meses regresaba de Puerto Rico a Atlanta y de camino a mi puerta de embarque en el aeropuerto paré a comprar un snack.
Llevaba mi maleta de mano y mi cartera. Usualmente viajo solo con la maleta que entrego en el counter, y no uso carry on, pero en Navidad por los regalos que cargaba, llevé las dos maletas. Compré mis snacks y seguí la marcha hacia la puerta. El aeropuerto estaba repleto y me senté en el piso. Yo sabía que probablemente mi vuelo estaba sobrevendido y que la línea ofrecería dinero para otro viaje a quienes decidieran ceder sus asientos. Entonces me ubiqué cerca del mostrador para que cuando empezaran a llamar voluntarios yo pudiera ser de las primeras. Era un negocio redondo para mí, quedarme un poco más en Puerto Rico y dinero para un próximo viaje. Efectivamente, hicieron el llamado, eran $700 por quedarse y yo fui la segunda en la fila. Pero cuando llegó mi turno, no había vuelos para Atlanta en varios días y yo necesitaba regresar para trabajar. Así que, con el rabo entre las patas, volví a mi lugar. Cuando de repente me di cuenta que no tenía mi maleta de mano. En medio de aquella marea de gente me preguntaba dónde y cuándo había soltado mi maleta. Me entró una desesperación y salí como un cohete a buscar mi maleta, no faltaba mucho para que empezaran a abordar. Cuando llegué al kiosko donde había comprado los snacks lo tenían cerrado. Era el protocolo cuando tienen una maleta abandonada. Hacía más de media hora que había estado allí. Me encontré con la cajera y dos policías que tenían mi maletita color aguacate retenida. Me identifiqué y les dije que la maleta era mía, aparte de disculparme varias veces por todo lo que causó mi olvido. Tenían que abrir la maleta y me pidieron que les dijera qué había adentro y nerviosa les conté. La maleta entonces regresó a mis manos y corrí a mi gate que ya estaba abordando pasajeros. En la vida, tenemos distracciones que nos hacen olvidarnos o dejar de valorar lo más importante. Ese día el hambre me hizo olvidar la maleta, y después, mi afán de conseguir aquel dinero para viajar me hizo no acordarme de la maleta por un buen rato. Y casi la pierdo, incluso, si se llevaban esa maleta hubiera sido más difícil recuperarla, y probablemente hubiese perdido mi vuelo en el intento. A veces, cuando la vida nos frena y nos obliga a soltar esas cosas que parecen urgentes, empezamos a ver lo verdaderamente importante. Porque muchas veces damos prioridad a lo que parece urgente y olvidamos lo verdaderamente importante. Lo que si soltamos, trastocaría todo nuestro viaje. En estos días en que la vida nos obliga a cambiar toda nuestra estructura, que nos hace un freno en seco a la vida que llevábamos antes, podemos ver con mayor claridad lo que es verdaderamente importante y a distinguirlo de lo que creíamos urgente. La vida, la salud, la familia, el amor, son todas esas bendiciones gigantes e invaluables que Dios nos regala y que en el afán de la vida podemos darle un lugar menos importante en la escala de prioridades. Ojalá que si habías soltado la maleta como yo, en estos días la retomes con todo el amor, el tesón, la fuerza. Que reconquistes todo lo que puedas haber relegado y le des el lugar de importancia que en verdad merece. Porque los regalos divinos no hay regalo terrenal que los pueda superar ni sustituir. Feliz Domingo de Resurrección. Nuestra esperanza vive.
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |