Hace poco entraba a un Walmart cuando me sorprendió una escena. Una mamá iba cargando una pequeña motora de juguete para pagarla. Mientras que su hijo de unos dos años le seguía a puro grito y llanto, pidiéndole que le diera la motora. Todos nos reíamos porque sabíamos que la mamá iba camino a la caja a comprar el juguete, pero el niño, en su comprensión del momento, creía que su mamá le estaba negando aquello que tanto quería. Pensé cuántas veces yo he sido así. Le he llorado a Dios por cosas que entiendo que me niega, mientras Él va camino a la fila a pagarlas y dármelas. Esperar, aghhh, esperar, no siempre saca lo mejor de nosotros. Especialmente cuando las esperas se prolongan y se prolongan. Pero es cierto que la vida se vive de frente, pero se entiende al revés. Cuando miramos nuestra vida hacia atrás vemos la mano de Dios tejiendo nuestros días. Vemos cómo nos ubicó el día y a la hora indicada para encuentros divinos que cambiaron nuestras vidas. O incluso, a través de situaciones duras, de momentos en el calor del horno, crecimos como seres humanos y hoy somos mejores gracias a esas experiencias tan desagradables y dolorosas. Y fueron esas experiencias las que nos prepararon para más adelante vivir experiencias hermosas y servir a otros con nuestro aprendizaje y testimonio. El asunto es la actitud que asumimos mientras Dios está haciendo la fila. Y ustedes saben que las filas en Walmart son largas. Hay algo que mientras esperamos, a veces nos cuesta creer, pero que lo vemos más claramente cuando hacemos un repaso a nuestra vida. Y es esa promesa de Jeremías 29:11, que dice: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. Me recuerda una imagen bastante popular de una niña que tiene un osito de peluche pequeño y tiene a Jesús de frente, pidiéndole que le entregue el juguete. Ella le responde que no quiere soltarlo porque lo quiere mucho. Mientras que detrás de la imagen de Jesús, vemos un oso gigante que le quiere entregar a la niña, una vez suelte el pequeñito. Cuando miramos nuestra vida en retrospectiva, hacemos nuestro ese versículo de Jeremías. Vemos cómo siempre los planes del Señor han sido de bien para nuestras vidas. Y que a veces como el bebé de la tienda, estamos llorándole a Dios algo que el está a punto de darnos, o como en la imagen del oso, está a punto de darnos algo muchísimo mejor que lo que pedimos. Si hoy estás en esa espera, en la que yo estoy también, te pido que recuerdes que los planes que Dios tiene para ti son siempre para tu bien, para darte un futuro y una esperanza. Otra versión dice: “para daros el fin que esperáis”. Si les gusta esta versión más española pues, a por ella. Hagamos esta promesa nuestra en esos días, meses o años de espera. Fácil no es, pero lo seguro es, que mientras hacemos lo que nos corresponde en la espera, Dios está haciendo la fila de Walmart para darnos ese regalo que creemos que nos quitó de las manos. Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |