En dos ocasiones en mi vida he sentido la muerte muy cerca.
En una ocasión iba cruzando una calle de una urbanización donde estaba el Preescolar donde trabajaba, cuando de repente y a toda velocidad apareció una Ford F 150.No sé ni como no me golpeó. Mi mano golpeó con fuerza el bonete del carro. Quedé parada justo al lado del carro, paralizada del asombro. En otra ocasión iba conduciendo en la autopista cuando pasé por un tramo donde habían arrojado unos clavos. Tres de mis gomas (llantas) se reventaron, mientras mi carro empezó a deslizarse por todos los carriles en uno de mis minutos más eternos. Milagrosamente recuperé el control del carro, no me estrellé contra nada, ni otro carro chocó conmigo. Ni un segundo después (literalmente) tenía un carro de emergencias protegiéndome de un golpe, mientras llegaba una grúa. Por eso, cuando hace un tiempo entrevistaba a Elfego Solano, un hombre que sobrevivió un golpe de un carro que lo elevó más de 30 pies le preguntaba sobre algo que me pregunté en esos dos momentos de ver la muerte cerca: ¿cuál es mi misión? Porque por algo la libré en esas dos ocasiones. Elfego iba a montarse en un autobús, una tarde, después de trabajar, al igual que otros dos pasajeros, pero detrás del bus venía una conductora a exceso de velocidad. Para no golpear el vehículo de transporte público la conductora se lanzó hacia la acera, perdiendo el control y atropellando a las tres personas que estaban en la parada del autobús. Solo Elfego sobrevivió. Su primer recuerdo es que trató de pararse después del brutal impacto y las piernas no le respondieron. Después en el hospital cuando despertó pensó que había quedado inmóvil, lo que reconoce como la experiencia más difícil después del golpe. Pero Elfego se levantó. Primero estuvo en silla de ruedas, luego con un andador y hoy usa un bastón. Tiene 40 años y una vida que no será la misma, pero él agradece estar vivo y quiere vivir mejor de aquí en adelante. Cuántos golpes nos damos en la vida, cuántas caídas aparatosas, otros, igual que Elfego han sido golpeados y tirados por las malas decisiones de otros. Pero allí en el suelo, cuando parece que no hay esperanza. Cuando el réferi te está contando segundos antes de declarar un nocaut, ahí es cuando tu esperanza resurge, cuando te vuelves a levantar. Y por esas veces que te has levantado te aplaudo y me aplaudo. Esos son nuestros momentos de absoluta victoria, cuando no podemos caer más abajo y nos levantamos y seguimos caminando a pesar de todo. ¿Cuantas veces nos hemos levantado en la vida? Incontables veces. Que esos sean momentos de orgullo. Recordatorios de lo que estamos hechos, que no somos de los que se quedan tirados. Que somos la tribu de los que no se rinden. Eso está en nuestro ADN. Dios nos tiene aquí con propósito y para llegar allá habrá muchas caídas. Pero así como Elfego tenemos que vivir en agradecimiento porque estar aquí es un regalo. Les dejo las palabras de un hombre que recibió una segunda oportunidad y decidió pararse a tomar su oportunidad. "La lección más importante es que vivamos la vida, que disfrutemos de las cosas bellas que tenemos", me dijo Elfego. Vivamos el hoy, ese cantar de los pajaritos, ese sol que nos regala la mañana, nuestras familias, nuestros trabajos, tenemos tanto por lo que estar agradecidos. Que lo que nos falta no nos robe lo que tenemos. Recuerda, tú no eres una víctima, eres un campeón. Dios te lleva de la mano. Levántate. No te quedes en el suelo de la auto compasión. Acuérdate de todas las veces que te has levantado victorioso. Ese eres tú. "Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó " (Romanos 8:37).
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April 2021
De estrenoCada domingo compartiré las lecciones que me deja el camino. Mi meta es que podamos inspirarnos juntos y crecer de nuestras experiencias diarias. Vamos a empezar esta semana con pasión, enfoque y fe. |