Johanes Roselló
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Vuelve a casa

3/25/2018

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Tenía como seis años y estaba en un evento grande de la iglesia en Puerto Rico, donde habían miles de personas, y de repente me alejé de mi familia y los perdí de vista. Entonces vi a un hombre alto, de pelo canoso, y le agarré la mano, segura de que era mi papá.
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De momento, le miré la cara, me di cuenta que no era él y salí corriendo. Mi familia, no muy lejos de mi, vio todo el momento y todavía nos reímos.

Esa sensación de agarrar la mano de mi padre me daba seguridad. Pero darme cuenta que no era él me dejaba en el desamparo al decir como en el Chapulín, ‘y ahora ¿quién podrá defenderme?’

Muchas veces en la vida estamos sosteniendo la mano equivocada, llámese nuestras fuerzas, nuestra inteligencia, nuestra esperanza en que fulano nos ayudará a llegar adonde queremos, o en que mengano me va a hacer feliz. O pensamos, cuando tenga dinero, tenga un puesto mejor, tenga fama, una casa grande, una cuenta de banco con una buena cifra, un carro de lujo, entonces tendré paz.

En todas esas circunstancias estamos agarrando la mano del sujeto equivocado. Porque como sabemos, podemos lograr todas esas cosas y muchas más y sentirnos vacíos por dentro. De hecho, el vacío de tener todo y no tener nada, que es peor.

Yo soy bendecida por tener la familia que tengo, porque siempre digo que el amor de mis padres terrenales se parece al amor de mi padre celestial.

Y así veo a Dios, como un padre amoroso que me cuida, me bendice, me dirige, y, por supuesto, me disciplina cuando tiene que hacerlo.

Muchas veces, es de acuerdo con la relación que tuvimos con nuestros padres que vemos la figura de Dios. Si tuvimos padres amorosos, así lo veremos. Si tuvimos padres que eran un general veremos a Dios como un juez que solo está vigilando cada una de nuestras fallas para castigarnos y desheredarnos. Si tuvimos padres ausentes, nos sentiremos abandonados por Dios. Si tuvimos padres maltratadores, así veremos a Dios.

Pero hay un verso en la Biblia que dice que “aunque tú padre y tu madre te abandonaran, con todo Jehová te recogerá”.

Dios es amor ilimitado y nunca se alejó de ti.

Él es esa mano de ese padre que está esperando que tú agarres con fuerza y confianza. Él es esa paz y ese amor que tú estás buscando por todas las vías incorrectas.

Si hoy estás aferrado a la mano equivocada, haz como yo, suéltala y corre hacia la mano de Dios. Él te está esperando con el mismo amor que la primera vez. Está listo para regalarte todo esa plenitud que no has encontrado, porque no hay otro lugar donde encontrarla.

Hoy Dios te dice, ‘vuelve a casa’. ‘Agárrate de mi mano, yo te llevo’.

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